
Pita Amor, la eterna
Ángeles Bermúdez, fue cofundadora de la revista Proceso, periodista durante los años dorados de Excélsior y propietaria de su propio medio, escribe “Aventuras entre líneas” recordando aquella entrevista que realizó a la poetisa Pita Amor, la cual terminaría en anotaciones destruídas entre las manos de Pita, y llamadas a las cuatro de la mañana de la entrevistada, reclamando “su reportaje” aquí la historia.
“Yo de niña fui graciosa,
de adolescente llorona,
en mi juventud cabrona,
y en mi verano impetuosa… “
Pita Amor
Entrevista con una musa

Pita Amor, la undécima musa
Considerada la undécima musa, ya que la primera fue Sor Juana Inés de la Cruz, Pita, con su poesía, nos introduce a ese su mundo obsesionado por el miedo, la angustia, la soledad y su incansable búsqueda de Dios, prueba de ello quedó plasmado en su libro Décimas a Dios.
En 1968 comenzaba hacer mis primeras entregas para la sección B del periódico Excélsior, imagínate cuál sería mi emoción al invitarme una amiga a cenar a su casa para charlar con la diosa de la poesía, Pita Amor.
Llegué puntualísima y me extrañó mucho cuando mi amiga casi en secreto me dijo: “Cuando te presente a Pita por favor, no le des la mano, es que no le gusta que la toquen” pensé; bueno, así son las divas y seguí al pie de la letra la recomendación.
Escote pronunciado en pleno invierno
La primera impresión que me dio fue un tanto confusa, esperaba ver a una mujer envuelta en ropajes casi de reina o así la imaginaba, pero en cambio, vi a una mujer con un vestido de tela corriente portando un profundo escote a pesar del frio invernal, su cuello lo adornaban varios collares al igual que a sus manos numerosos anillos, todo en tonos azules. Su rostro aún conservaba la belleza de una juventud ya ida, pero lo que más me impresionó, fue su voz, sin duda alguna educada para declamar, al preguntar mi nombre que ella repitió casi como poesía finalmente agregó: “pero yo te voy a decir ratón…” pensé, no importa que me diga ratón, gato o león, el chiste es que la voy a reportear y le sonreí explicándole que sería una colaboración para el periódico Excélsior, que en ese momento dirigía Julio Scherer.
Mi amiga se esmeraba en atenderla y comenzaron a circular los bocadillos, de pronto, Pita se levantó y me dijo: “ratón, trae mi bolso” y se dirigió al baño, de inmediato crucé la mirada con mi amiga y entendí… “No la contradigas”, así que me levanté y la seguí, ahí me pidió que buscara su cepillo de dientes y su labial. Observé su ritual de limpieza y el delineado de sus labios en forma de corazón con un labial rojo, dos o tres veces esa noche.
Una charla con final inesperado
Finalmente me dijo: “Ya es el momento de hablar” e inmediatamente saqué mi libreta y lápiz, en ese entonces no se utilizaba la grabadora. Efectivamente, me habló de sus amores, sus desamores, los viajes, de sus joyas, de su eterna búsqueda de Dios, de su gran vanidad que sólo le permitía agacharse para recoger una pulsera de oro, y de su soledad. Fue una larguísima charla donde sólo ella hablaba entornando sus ojos, nunca permitió una interrupción.
Al terminar, de pronto me pidió la libreta, pensé que tal vez quería revisar algún párrafo y sorpresivamente exclamó: “ya lo pensé mejor y no te doy la entrevista” al mismo tiempo que rompía todos mis apuntes. Se hizo un silencio sepulcral, Pita se levantó, se despidió y se fue dejándome con un sabor amargo en la boca.
Pasaron algunos días y comenzaron las llamadas de Pita a las cuatro de la mañana reclamándome que “no salía su reportaje”, le recordé que había roto mis apuntes por lo tanto no saldría ningún reportaje.
Seguían las llamadas y los reclamos, tuve que hablar con su representante Juan de Dios y le pedí que le quitara mi número telefónico, sin embargo, ya molesta, hice un reportaje donde escribí no de sus amores, sus viajes o sus joyas, sino de su decadencia como ser humano. El día que se publicó al llegar al diario, me encontré con que Julio había ido a buscarme personalmente y había dejado la orden de que me presentará de inmediato en la dirección, al entrar, Scherer estaba con una señora elegantemente vestida y mostrándome el diario me preguntó: “Mary, (Ángeles) ¿usted escribió esta nota?” Sí, le respondí – ¿Algún problema?- “Pues le voy a presentar a Inés Amor, hermana de Pita”, y antes de que pudiera articular palabra alguna, Inés me dijo que no había ningún problema y enfatizó: “Sólo era mi curiosidad por conocer a quien por fin puso a Pita en su lugar”.
Nunca más volví a saber de Pita hasta el día de su fallecimiento, sin embargo, siempre he sido admiradora de su poesía de hecho, conservo un ejemplar de sus Décimas a Dios autografiada precisamente, la noche que la conocí.
Pita Amor, la eterna
Pita nació el 30 de mayo de 1918, fue compañera de Pablo Neruda durante la época de la estancia del poeta en México que la describió como “el canto del agua cristalina que corre, te nombro franca e inmemorial dulcísima”. Diego Rivera la pintó desnuda tres o cuatro veces, fue una mujer bellísima elogiada por Alfonso Reyes, Albert Camus y Jean-Paul Sartre, lo que alimentó su enorme vanidad.
“Vivir siempre angustiada es producto de grave vanidad”
Autora de los poemarios: Puerta obstinada (1947), Círculo de angustia (1948), Polvo (1949), Poesías completas (1951), Décimas a Dios (1953), Sirviéndole a Dios, de hoguera (1958), Todos los siglos del mundo (1959) y Soy dueña del universo (1984), entre otros. Además, escribió dos textos en prosa: Yo soy mi casa (1957), y Galería de títeres (1959).
Pita Amor falleció en la Ciudad de México, el 8 de mayo del 2000 y escribió su propio epitafio:
“Es tan grande la ovación
que da el mundo a mi memoria.
Que si cantando victoria
me alzase en la tumba fría.
En la tumba me hundiría
bajo el peso de mi gloria”
Pita Amor.